Salgamos a correr
En realidad a mí nunca me gustaron los deportes ni ningún tipo de actividad física, pero cuando era chiquita mi madre insistió en que yo hiciera algo así. Desde el principio mamá descartó el hockey porque tenía la teoría que yo iba a vivir con las canillas moretoneadas y que me podían romper los dientes de un bochazo. No fue necesario que fuera a hockey para romperme las dos paletas frontales pero esa, es otra historia. También pensó en natación pero decía que me iba a salir una espalda gigante y que entre mi altura y la espalda iba a parecer un travesti. Tampoco fue necesario que la natación me hiciera travesti, ya con mi altura y un par de tacos lo parezco. Entonces se inclinó por las danzas. La española no le gustaba porque...nadie sabe por qué. Entonces nos fuimos para el área de las clásicas. Allí fue Galita a danza clásica. Poco me duró porque la maya me hinchaba las pelotas, mis compañeras eran unas idiotas y mi maestra decía que yo no coordinaba. Obvio que no coordinab