Llamado a la solidaridad
Cocinar nunca fue, para mi, un tema relevante. Nunca miré Las cocineritas cuando era pre adolescente, jamás le hice una torta a una amiga para su cumple y en ningún momento me propuse armarle una rica comida a mi novio de turno. Pero cocinar se me volvió una necesidad hace solo 7 meses. Toda mi vida me alimenté de la comida que prepararon mis padres. Y cuando digo "padres" no me refiero a mi mami y a mi papi, sino a mi Papá (Julio) y a mi padrastro (Silvio). Mi mamá de casualidad sabe cómo se agarra una sartén y no tengo abuelas ni tías que se encarguen de remediar las falencias de mi madre. Julio, por su parte, sabía cocinar por excelencia. Fue huérfano gran parte de su vida y aprendió a los golpes. Pero que ricos golpes! Su pastel de carne era mi preferido. Pero cuando mi padre biológico decidió abandonar(nos) mi casa, yo era demasiado chica como para preocuparme por el asunto comida así que viví, según mis recuerdos, a hamburguesas y huevos fritos hasta que llego